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Cómo callar a un necio

No dejes que sea el personaje principal En el momento en que le das poder a un imbécil, entonces es prácticamente irrealizable que cambies, lo detengas o escuches su criterio, con lo que has de ser tú quien dirija la narración. y la charla, probando autoridad y seguridad y realizando un punto que no puede ser refutado.

En un planeta devastado por la Tercera Guerra Mundial, aun la persona mucho más insignificante puede transformarse en un héroe. Da igual en el caso de que seas un adulto mayor prácticamente sin pelo en la cabeza que precisa un bastón para caminar, o un niño que no ha aprendido a multiplicar. Da igual si eres rico o pobre, negro o blanco, capaz o sencillamente un imbécil. La guerra nos pone a todos a prueba y, en el final, no solo cuentan las considerables hazañas, sino hasta el mucho más mínimo ademán puede transformarnos en alguien con la capacidad de cambiar el curso de la historia. Unicamente se precisan 2 cosas. Valor y corazón de hierro. Y eso es exactamente lo que tienen los 2 héroes de una historia de historia legendaria que va a ser contada cientos de ocasiones más adelante. 2 seres de mundos absolutamente distintas, sin nada en común, pero que unirán sus sitios para toda la vida. I Sergo era un robot de guerra de primera clase, con una cantidad enorme de vivencias de guerra y varias novedades en su colosal cuerpo que lo llevaron al ya que en este momento ocupa en el Escuadrón Bridgerogue, un cuerpo de élite experto en metas de ataque peligrosas. Era el doble de prominente que cualquier humano, y considerablemente más pesado y fuerte. En ese instante, se encontraba en la aeronave discreta que los llevaría de regreso a la base móvil inteligente en Río de Janeiro, adjuntado con otros cinco integrantes de su escuadrón, los únicos que habían subsistido a la misión de salve. Todos buenos soldados. Todos y cada uno de los humanos nobles y valientes. “Deberíamos felicitarnos por el éxito de la misión”. El líder del escuadrón, el teniente Wolf, charló. Vamos a tener tiempo de plañir a nuestros camaradas en el momento en que aterricemos. Pese a la visible seguridad de sus expresiones, el teniente fue el primero en ver al suelo con pesar. Sergo podía comprender lo que significaba perder a un compañero, pero claro, siendo un robot, no podía presenciar lo que los humanos llaman «mal». “Deseo darle las gracias por rescatarme, señores… pero… ¿adónde vamos? Quien rompió el silencio fue el único civil del barco, un ingeniero informático español llamado Gael Santurrones. Todavía se encontraba aterrorizado, si bien Sergo no sabía si era por lo cerca que habían estado de la desaparición a lo largo de su fuga, o pues todavía no sabía precisamente quién lo había liberado de su prisión. Su salve había sido la meta de la misión, una misión a la que el mando superior le había dado mucha relevancia. Pero él era un robot. Un soldado. No tenía por qué razón comentar esto. “Ingeniero, cállese”, espetó el Soldado Gap. Su nombre de todos modos era Rodolfo, pero cualquier persona que se atreviese a llamarlo por su nombre recibiría un óptimo golpe. Aun un policía se había probado la mano derecha y acabó con un corte en el ojo, razón de su alias. Salvarte le costó carísimo a nuestro escuadrón… bastante. ¿Puedes explicarme por qué razón eres tan esencial? “¡Silencio, Brecha! El teniente Wolf lo interrumpió. No cuestionamos las órdenes. Somos soldados de la Coalición. Y respondiendo a su pregunta, ingeniero, vamos a una base móvil inteligente para traerlo sano y salvo, un submarino que nos espera en Río de Janeiro. Lo entregaremos al prominente mando… y después se transformará en el inconveniente de otra persona. Gael miró al suelo tal y como si estuviese abochornado de que una misión de salve tan costosa hubiese implicado vidas humanas. – No les dije nada, ¿sabes?… Me torturaron y no dije nada. Sé que parezco enclenque en comparación contigo… Pero no lo soy – un indicio de orgullo apareció en sus ojos -. Y en este momento el Emprendimiento Entidad salvará a la Coalición. Yo prometo. – ¿Qué es el Emprendimiento Entidad? preguntó el soldado Rojas. Gael sonrió levemente mientras que perdía la visión al infinito, tal y como si pudiese ver una bella imagen esconde a el resto. – La Entidad va a ser la IA (inteligencia artificial) mucho más vigorosa nunca vista. Análisis de tácticas y dirección de ejércitos sin margen de fallo. ¡Imagínate a todos y cada uno de los robots del ejército, peleando en cualquier país, en cualquier misión, con órdenes detalladas al segundo! Cada robot va a saber precisamente qué realizar y adónde ir en todos y cada instante y rincón de todo el mundo, sin depender de decenas y decenas de mandos intermedios y… – ¿Este Ente todavía me va a decir cuándo ir al baño? preguntó Sergo con su profunda voz metálica. – Qué…? Yo como…? Gael no respondió. Y todos y cada uno de los soldados han comenzado a reírse al tiempo. «No se preocupe, ingeniero», ha dicho el teniente Wolf. Nuestro amado Sergo está aprendiendo a realizar gracietas… si bien por ahora no se le da realmente bien. Tiene un sentido del humor horrible. – ¿Rechistes? ¿Un robot realizando gracietas? – “Situación de urgencia. Aeronave lanzada desde una base oponente a treinta y cinco km de distancia. Es conveniente dejar el modo perfecto de vuelo sigiloso y cambiar a vuelo veloz hasta llegar al destino. Quien charló con voz femenina fue la nave, pertrechada con buena IA (inteligencia artificial) para volar, si bien asimismo puede ser volada por humanos. Su nombre era Delta Ocho, pero a los soldados les pareció entretenido llamarla Susi. «Gracias, Susi», respondió el teniente. Pasa al modo de vuelo veloz. Encender las señales señuelo, si son naves droides. Si bien, si ahora nos descubrieron, no servirán de nada. ¡Soldados! Abróchense los cinturones! Lo malo de las naves sigilosas es que no eran naves de combate, conque prácticamente no tenían sistemas Protectores. O llegaban a su destino o indudablemente explotarían. En mil trozos Con ellos adentro, Sergo podía ver la tensión en los semblantes de los soldados. El ingeniero era un poema. Sudaba tal y como si estuvo corriendo. a lo largo de diez horas y daba la sensación de que deseaba llevarlo a cabo. saltar del barco en movimiento. «Distancia y tiempo para lograr el propósito», solicitó el teniente Wolf. – “1.689 km. 57 minutos”. Cincuenta y siete minutos no era un buen tiempo. Pero por muy veloces que fuesen los otros navíos, los alcanzarían antes de llegar a Río de Janeiro. Cada minuto era una eternidad. Absolutamente nadie charló. – Distancia y tiempo al propósito. – “1.046 km. 41 minutos”. – ¿Situación de las naves contrincantes? – “A 20 km de distancia”. «Nos van a lograr… Nos van a lograr…» susurró el ingeniero, vencido por el temor. Una observación pétrea del teniente lo acalló. Pero llevaba razón. Los cálculos eran claros. Las turbulencias sacudieron la nave con crueldad y el interior se había transformado en un horno. Sergo no se vio perjudicado por este aspecto, pero sabía que elevaba el nivel de agobio en los humanos a un nivel ahora radical. «Distancia y tiempo para lograr el propósito», solicitó el teniente Wolf. – “526 km. 20 minutos. Naves contrincantes a 4 km de distancia. Nos alcanzarán en precisamente cien km”. – ¿Existe algún pueblo cerca? – “São Paulo es la localidad mucho más próxima. Los reportes señalan que está en ruinas y que es territorio enemigo. No obstante, no se detectaron movimientos de tropas en el área últimamente”. “Es nuestra única salida”, se ha dicho el teniente Wolf. Susi, en el momento en que estemos en São Paulo, haz una fuerte bajada. Entonces pasa a control manual. ¡Colorados! Ve a la cabaña y vuela entre las ruinas de las edificaciones a nivel del suelo, quizás de este modo tengamos la posibilidad perderlos. Sergo se encontraba en la cola de la aeronave, el único rincón donde podía caber su colosal composición de metal. Podía ver la preocupación en los semblantes de sus compañeros. En el momento en que estaban en el suelo, en la mitad de un hurto, no exudaban un ápice de nerviosismo. Pero estar encerrado en una lata voladora a la merced de los hechos no era un plato de buen gusto para ninguno de ellos. Sujetaron sus rifles tal y como si eso fuera a ser útil de algo en sus situaciones. – «Navíos contrincantes en el campo de tiro». Prácticamente al momento, una explosión en el exterior forzó a la nave a ofrecer una llamada de atención. Las luces rojas de urgencia se apagaron adentro y todo se encontraba en caos. Terminaban de recibir un tiro. – “Comenzamos el descenso.” Llamarlo descenso era únicamente técnico. Susi inclinó el morro del avión hacia abajo y empezó a caer como un peñasco, un peñasco colosal de metal con un diseño bello que valía millones de dólares estadounidenses. El ingeniero se encontraba chillando tan fuerte que daba la sensación de que deseaba fallecer tirando sus pulmones por la garganta en vez de caer. Breach levantó el puño y golpeó al ingeniero en la cara, dejándolo inconsciente al momento. El teniente Wolf lanzó al soldado una observación de desaprobación. Breach se encogió de hombros y levantó las manos en un absurdo ademán de fingida inocencia. – ¿Qué ocurre? ¿Solamente lo toqué? El barco entonces se estabilizó con tal llamada de atención que aun Sergo perdió la estabilidad. Los humanos se pusieron pálidos, indudablemente toda la sangre se les habría drenado a los pies. Por medio de los enanos ventanales se podía ver un panorama desértico. A la luz de la luna, pude ver las ruinas de entre las ciudades mucho más enormes de todo el mundo, en este momento destrozada por la guerra y las bombas. Ciertos inmuebles aún estaban de pie, la mayor parte se había desmoronado, pero todo parecía indiferentemente como una tumba sin vida. Volaban a toda agilidad a bajísima altura entre las ruinas en el momento en que 2 detonaciones sucesivas volcaron la nave. Cambió de rumbo y rozó la composición de un edificio, emitiendo un estruendos horrible y chirriante como el de un monstruoso animal moribundo. De la cabina salían muchas palabrotas pronunciadas por el soldado Rojas, muchas de las que no tenían definición en el diccionario que incorporaba el robot en su programación. A Rojas le agradaba crear con el lenguaje. Y Sergo aprendió de él. «No los engañamos», la declaración del teniente fue mucho más para él que para el resto. Soldados, preparados para un aterrizaje de urgencia. Todos con sus equipos arriba por si acaso nos derruyen. 2 detonaciones mucho más. El blindaje del casco no duraría bastante. “Teniente Wolf”, ha dicho Sergo, “tenemos la posibilidad de abrir la rampa posterior. Con mi ametralladora pesada, podría derruirlos. Las opciones estadísticas son pocas. Pero mucho más extraños son los de salir de aquí indemnes si no hacemos nada. El teniente asintió afirmativamente tras pensarlo un instante. Sergo se dirigió a la rampa de carga posterior. Con una mano, agarró el techo para normalizar su situación, y con la derecha, tomó su ametralladora pesada. Sus compañeros lo apodaron Laxante, pues, afirmaban, alcanzaba ver a fin de que los soldados contrincantes se ensuciasen los pantalones. Por la parte interior. Sergo proseguía sin comprender. – Susi, abre la rampa posterior. La aeronave conducida por Rojas proseguía balanceándose entre las edificaciones en ruinas, intentando de huír de sus perseguidores. En el momento en que la rampa estuvo absolutamente abierta, Sergo ha podido observarlos. Eran 2 naves droides negras, probablemente sin pilotos humanos adentro. Aparecían y desaparecían de su campo de visión en el momento en que los alcanzaba tras cada turno. Sergo activó su escáner de visión nocturna y análisis de objetivos para apuntar mejor. Y apretó el gatillo. Las balas han comenzado a escapar del cañón de Laxante. En la mitad de la obscuridad eran como luciérnagas doradas de destrucción. Estos navíos no tenían pantalones, con lo que no podían mancharlos. Y los prosiguieron prácticamente sin inmutarse, dejando caer la artillería de sus cañones. Una aceptable racha dio en el blanco y enormes chispas brincaron del fuselaje de uno de sus perseguidores. Entonces asimismo hicieron empleo de sus ametralladoras y les dispararon una vigorosa andanada. – ¡Cuerpo al suelo! Chillaron desde adentro. Pero eso no tenía que ver con él. Sergo prosiguió tirando, pese a la contrariedad de apuntar por el balanceo de la nave, centrándose en el blanco que había alcanzado. Pero tampoco detuvieron sus asaltos. Una racha impactó dentro de la cabina y 2 balas impactaron en su pecho. Afortunadamente, no tocaron ningún circuito escencial. Sergo volvió a disparar. Y después entre los navíos empezó a perder altura, inclinándose de manera lenta hacia un lado. Por último cayó al suelo en una enorme explosión. – ¡YIIIHUUUUU! – exclamó Gap entre los aplausos de sus compañeros. ¡Este es nuestro Sergio! «Nuestro Sargento». Era un robot, pero le agradaba que lo aceptaran como tal. Lo logró sentir mucho más… humano. Una exclusiva racha los golpeó. En esta ocasión no fue tocado, pero dañó seriamente el fuselaje del barco. Tanto es conque una sección explotó y las placas de metal exteriores volaron por los aires. – “Daño estructural en el sistema de propulsión. Pierde altura. Riesgo de colisión. La nave empezó a descender lenta y también indudablemente, perdiendo agilidad. Si no llevaran tanto peso, podrían haber mejorado el vuelo. «Lo que mucho más pesa en este barco soy yo», razonó Sergo. Soltó la mano que se encontraba sujetando el techo y se viró momentáneamente para afrontar a su teniente. Wolf lo observó y pareció acertar lo que pensaba. – ¡No! – exclamó el teniente en voz alta – ¡Es una orden! No voy a perder a otro de mis hombres. «Otro de mis hombres.» Grabó en su memoria profunda el contenido audiovisual de esa escena. Se volvió para ver nuevamente al perseguidor sobrante, que les disparó otra vez con su ametralladora. Y Sergo no pensó mucho más en ello. Todo sucedió en poco mucho más de cinco segundos. El robot dio un paso adelante y usó el próximo para ofrecer un enorme impulso a sus piernas. Su nave se encontraba prácticamente totalmente desestabilizada, pero ahora volaba por los aires. Adelante, la nave oponente llegaba a toda agilidad. Precisamente, sus protocolos de actuación jamás habían considerado la oportunidad de que un robot se abalanzara sobre él en pleno vuelo, y Sergo tenía eso para escaparse con la suya. Recogió su ametralladora y la agarró tal y como si fuera un colosal bate de béisbol, balanceándolo sobre su cabeza. Cruzando la trayectoria de vuelo del droide enemigo, asestó un golpe despiadado al ala del enemigo, suficientemente fuerte para hacerle perder la estabilidad y perder el control, entonces empezó a girar hasta el momento en que chocó con un edificio. En el momento en que Sergo cayó al vacío desde las alturas, ha podido ver como su avión despegaba un tanto. «Quizás los salvé», pensó, calculando el daño estructural que padecería al chocar con un lote aún lejanísimo. II Los escombros del edificio desmoronado sobre el que cayó actuaron como amortiguadores, con lo que no fue destruido por el encontronazo. Pese a ello, su estructura padeció varios daños. En el momento en que al fin logró erguirse, Sergo vio de qué forma la nave donde viajaban sus compañeros de armas se elevaba unos km en el aire, para regresar a perder altura poco después. Desapareció tras unas suaves lomas que cortaban el horizonte. Próximamente ha podido oír una explosión distante. Una luz de color rojo alumbró el cielo nocturno por unos instantes. Y después nada. – Sergo a Delta Ocho. Sergo a Delta Ocho. ¿Puede alguien leerme, Delta Ocho? Silencio absoluto. Su radio interna se rompió en el encontronazo. Exactamente la misma otros muchos elementos de alta tecnología de su cuerpo. Logró un examen electrónico para contrastar su estado. Radio rota, filtros de visión dañados, arma secundaria deshabilitada… Sucedían varias cosas y había múltiples fugas de líquido hidráulico. Lo que es peor, una de sus baterías asimismo había fallado, con lo que no le quedaba mucha energía. Pero además de eso, se encontraba terminado. Dejó caer el pequeño trozo de Laxante que aún mantenía en una mano (la ametralladora pesada explotó, pegando a la nave droide con ella) y empezó a caminar hacia el sitio del incidente de Susi. Debió atravesar las lomas y lograr a sus compañeros para poder ver si todavía estaban vivos. Si su visión nocturna no se hubiese roto, habría sido mucho más simple seguir en la obscuridad, pero el lote lleno de escombros, los restos de los edificios caídos, significaban que debía subir regularmente, conque se encontraba en la mitad de una calle donde prácticamente podría haber visto humanos yendo de compras, puesto que se encontraba en la mitad de una desolación total. Ningún indicio de vida apareció en el ubicación. Solo ratones y ciertos gatos callejeros se movían entre las ruinas. São Paulo fue una localidad fuertemente golpeada por la Guerra, y el enemigo acabó por tomarla seis meses antes. Si bien a un valor altísimo. Completamente inhabitables, los ciudadanos escaparon hacia el norte en pos de la costa caribeña y paso a las ubicaciones dominadas por la Coalición, o hacia el sur, tratando llegar a tierras mucho más inhóspitas donde no llegarían las peleas. El estruendos de un motor de aire lo puso en alarma. Sergo se ocultó entre las ruinas de un edificio aún de pie y se inclinó sobre una ventana sin cristales. Tres navíos se movían por el cielo en distintas direcciones, pero no estaban suficientemente cerca para llevar a cabo el estruendos que escuchó. Ciertamente. A poco mucho más de cien metros de él, el polvo empezó a levantarse con crueldad. Una nave como las que terminaba de ver hacía un aterrizaje vertical. En el momento en que por último acabó de reposar absolutamente en el suelo, se abrió una puerta y 4 figuras han comenzado a salir. Reconoció el modelo de robot de tres de ellos. Eran HK47 Hounds, androides en especial diseñados para seguir. Tenían la manera de un colosal y monstruoso perro de metal que podía caminar sobre 2 o 4 patas. Fueron diseñados con escamas puntiagudas que cubrían todo el cuerpo para ser útil como armadura en el caso de que tuviesen que reforzar en la guerra para hallar escondites contrincantes. Sus ojos emitían una luz de color rojo obscura. Pero el cuarto robot era de un modelo irreconocible para él. Tenía especificaciones de los precedentes, pero era una suerte de mezcla entre un lobo y un humano, si bien mucho más grande. Tenía brazos gigantes y una mandíbula con dientes afilados, lo que solo podía representar que se encontraba totalmente entrenado en el combate cuerpo a cuerpo. Sus ojos amarillos se publicaron por la noche, intentando encontrar cualquier indicio del enemigo. Miró de súbito a la ventana tras la que se ocultaba. Sergo se inclinó, aguardando que ella no lo hubiese visto. Yo no hice eso. Los 4 robots han comenzado a desplazarse en la dirección opuesta. A la luz de la noche y sin visión nocturna, se encontraba en completa desventaja. Sería un blanco simple en su situación, desarmado y contra 4 contrincantes listos para el lote por el que pasaban. Debería aguardar a que comenzara la luz del día. El amanecer se encontraba a menos de una hora de distancia.

“Especialidad” en directo

La grabación asimismo registró que, en estas sesiones, se disciplinaba a una bebé mientras que sus progenitores recibían el taller.

Precisamente a los 50 minutos de clase, la pequeña empieza a lloriquear. En el momento en que el pastor cuestiona a la madre sobre las causas de la protesta, la mujer asegura que le molesta el calor. La madre se distancia un tanto del sitio para intentar supervisarla.

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