tesoro mucho más apreciado definición, tesoro mucho más apreciado concepto | Definición del diccionario español.
U CAPÍTULO 1 Presencia del Reino Sin ser entre los sitios mucho más lindos de todo el Reino, en la provincia de París allí por el año 955 d.C., bajo el reinado de Hugo el Grande, se vivió entre las mucho más preciosas historias amorosas jamás dicho. En aquella temporada de varios enfrentamientos, entre viviendas feudales, por hacerse con el trono de todo el territorio de los francos, en la región occidental de lo que el día de hoy es Francia, la Casa de los Robertins se disputaba el resto territorios mediante Hugo, que llegó a la corona años años después, entregándosela a su hijo, Hugo Capeto. Pero no nos anticipemos a los hechos; En ese instante, los vales de París eran prósperos, con enormes elementos para sostener a su población.En el pueblo al oeste, a riberas del Sena, viví hasta los veinte años y trabajé la tierra para el noble del pueblo. , siempre y en todo momento con enorme optimismo pese a mi pobreza. En el momento en que la obra se encontraba terminada, siempre y en todo momento iba instantaneamente a mi casa para proseguir cooperando en ella; En el momento en que cayó la noche, mi madre supo que próximamente entraría por la puerta de su humilde casa. Mis 2 hermanas no descuidaban a Marie, mi madre, pero las tareas de crear o arreglar la cabaña recaían en mí, yo se encontraba huérfano, como prácticamente todos en esa temporada, y las escasas horas nocturnas que tenía por las tardes, siempre y en todo momento Traté de consolar a mi familia. «Régis… cariño, ¿no deberías irte a la cama en este momento?», me afirmaba mi madre. La obscuridad de la noche ahora envolvió al pueblo por un buen tiempo, solo unos pocos sonidos de la naturaleza rompieron el silencio, no tuve suficiente tiempo a fin de que mi familia viviese en las mejores condiciones probables, — te acuestas… yo Deseo finalizar la cama de Amabel, no puedo postergar mucho más. “Ella no requiere levantarse antes del amanecer, piensa un tanto en ti”, insistió. Una mujer fuerte y luchadora, bella por decir lo mínimo o por lo menos lo era para mí, su delgadez y su pelo negro destacaban sus ojos verdes, su tez blanca como todas y cada una de las del pueblo destacaba su piel afelpada; De todos modos ella no era mi auténtica madre, fui acogida por esta familia en el momento en que yo era un bebé, poco antes que naciese mi hermana, sí la llamo hermana si bien no fuese de sangre, era familia. «No me imagino a Amabel durmiendo en el suelo… permíteme finalizar y después me marcho a la cama», le dije. “Bien, pero que no te pegue el sol sin reposar.” Amabel era mi hermana pequeña, a los quince años ahora era una mujer, comenzó a hacerse cargo de las pretensiones del hogar, prestando asistencia a la familia en todo cuanto podía, muy responsable y bella, no, no podría detallar cuánto la amo, de la misma mi madre y mi otra hermana, Marian, de dieciocho años. El silencio atronador de esa noche me inquietó, no los grillos hacían su especial estruendos, quizás era la inminente presencia de una tormenta o algo peor, lo cierto es que salí de mi carpintería, y vi una luz extraña en el cielo No era la habitual luna reflejada en las nubes, sino más bien una luz que alumbraba el suelo, que llenaba mi alma de paz, de calma, me exhortaba por largo tiempo hasta ocultar. No sabría argumentar precisamente lo que vi, pero desde esa noche mis temores abandonaron mi cuerpo, siempre y en todo momento fui feliz, pero esa luz en la obscuridad mucho más profunda me animó a conocer el futuro con promesa. Antes del amanecer, el cielo se desmoronó con apariencia de agua, una tormenta obscureció la vigorosa estrella, para mí fue una bendición puesto que el campo no se podía trabajar, no para defendernos de la tormenta, sino más bien para no dañar las cosechas. Solo hallaba reposo en esos días grises de lluvia, esos días grises de tormenta, si bien debía trabajar en la carpintería de Melendo, el señor de la vivienda en nuestra zona. En el momento en que amaneció los gallos se despertaron, era hora de ponerse manos a la obra, el techo de mi carpintería no resistiría por bastante tiempo la lluvia torrencial, pero eso no impidió que Amabel me visitara y me trajese el desayuno, por lo que le agradecí, no solo por el acto sino más bien por verla tan sonriente y atractiva, hasta esa luz de la noche, su bella sonrisa fue mi mayor motivación para no reposar. «Gracias por la cama», me ha dicho. — Gracias por el desayuno… esta noche deseo poseerlo listo para ti, quisiera que estés mucho más cómoda. «Naturalmente que sí, verdaderamente disfruto verte trabajar con madera». «Es bueno ver lo que ocultan los cofres dentro… un día, en el momento en que seas grande, te voy a enseñar a emplearlos». «Bien por mí», ha dicho. Se sentó en la mesa desvencijada mientras que yo comía. «¿Qué ocurre con Marian?… ¿Ayuda a mamá?» — Sí, debe ir a conocer a su novio después… si no mamá no la deja proceder a buscar agua. — El día de hoy le va a ser bien difícil sacar agua del río, con el que se cae. «¿Piensas que no lo va a hacer?… el cariño puede soportar uno mojado y mucho más», me ha dicho con su sonrisa taimada. Amabel era una muchacha muy similar a Marie, tenía el pelo colorado, pero si no fuese por eso serían idénticas, no obstante, Marian era una pequeña mucho más similar a su cura, morocha y de ojos claros, con un rostro bello que era ahora enamorado de varios jóvenes. — Nosotros les volvéis locos por este amor… a conocer si no sois tan antojadizos. «Los chicos no me forzarán a llevar a cabo cosas tan tontas». «Ja, ja, debo ver esto», le dije. Estuvo un buen tiempo junto a mí, pero en el momento de comer ahora se encontraba en el hogar, los tres preparaban el caldo que nos nutría todos y cada uno de los días. Al ingresar en la humilde casa, hallé a Marian enfadada con la Madre, ¿qué te pasa? — Semeja que el día de hoy no puedo ir al río… ahora ni llovizna. —Le solicité que se quedara en el hogar el día de hoy pues la tarde está malísima, no deseo que salga, está lloviendo y no amanecerá próximamente—, me respondió Marie. En el comedor solo había una mesa de madera, sillas y en el fondo la estufa de leña, que empleábamos para calentarnos en los días fríos, —despreocúpate, yo la acompaño, no temas que nada pasarle a ella «¿Enserio? ¿Me vas a acompañar?», intervino Marian con una sonrisa. «Sí, pero otros días no me afirmes que no deseas ir en el momento en que mamá lo afirme». «No sé por qué razón precisas salir en un día tan malo», ha dicho Marie. «¿Jamás has estado enamorado?» soltó Amabel mientras que comía. La comida no era muy sostenible, pero por lo menos hacía calor. —El cariño no es lo que piensas… consideramos que todo cambiará para mejor en el momento en que te cases, pero solo cambia la vivienda donde vas a vivir… un tanto mucho más—, ha dicho la madre. Solo escuchaba la charla que tenían, no me agradaba bastante charlar de estas cosas. «Papá murió temprano, pero si estuviese aquí, ¿no serías feliz?» “Solo digo que el matrimonio va a traer secuelas que van a marcar tu vida”, explicó la madre. «Vas a regresar a contarnos lo de la primera noche… No deseo oír charlar de eso», ha dicho el mayor. «Bueno, si planeas casarte, deberás saberlo». «Basta, mamá… ella ahora sabe lo que es el matrimonio», le dije en el momento en que vi a Marian y Amabel abochornadas. En el final de la tarde acompañé a mi hermana al río con la intención de saber a Mercero, el joven que deseaba a Marian, la llovizna no les impidió sostener la única ilusión de sus vidas, lo único que en ese instante les dejaba reposar en la noche, amor Con mi mantón me cobijé bajo un espeso árbol, la luz se iba distanciando del sitio lenta pero sin pausa, en el fondo las siluetas de los enamorados me daban a conocer su accionar, una charla que animaba sus corazones, que El joven se encontraba tras mi hermana pues le tomó un buen tiempo poder su propósito, yo se encontraba muy relajado, lo conocía desde el momento en que era un niño y era un óptimo amigo. En ese instante pensó en cuánto tiempo dejaría Marian el nido, cuánto tiempo procuraría su porvenir con Mercero; la racha de viento me fastidiaba y la lluvia fina mojaba mi rostro, que triste era meditar en lo poco que valía un individuo y lo poco que valía una mujer, lo amable, simpática y cariñosa que era, no podía comprender lo que derecho tenia a ella.noble sobre su cuerpo,admitía que nos encontramos familiarizados a trabajar y poco mas,pero ir mas alla de eso por el momento no era comprensible sino más bien recibido entre la poblacion. Además de esto, si hacía falta mucho más de uno y a absolutamente nadie le importaba, qué sentido tenía pasar la noche de bodas con el noble. «Tenemos la posibilidad de irnos en este momento», me ha dicho Marian. No me había dado cuenta de que se aproximaba a mí, por unos momentos los perdí de vista, mi cabeza salió a esos tristes pensamientos. De sendero a casa mi hermana conmovida me contó todo cuanto había hablado con Mercero, para mí lo único esencial era la cara de Marian, su felicidad reflejada en su rostro, su sonrisa bajo la lluvia rápida, su pelo mojado tal y como si solo estuviese vestido, ella lo miró y solo pensó en cuánto daría a fin de que jamás tuviese que pasar por una mala experiencia, – Me alegra que seas feliz… ¿enserio tienes intención de casarte? — Verdaderamente lo deseo, él me quiere y yo lo amo… No deseo aguardar mucho más… Verdaderamente deseo estar con él. — Modera ese vocabulario… no me expliques nada. «¿Y no piensas buscar a absolutamente nadie?… tu edad va a pasar», me ha dicho. La noche por el momento no nos dejaba ver el sendero, debíamos caminar por inercia, sabiendo dónde íbamos a poner los pies. «No deseo enamorarme… no puedo meditar en…» ha dicho en el momento en que me interrumpió. — No afirmes… las mujeres pasamos por esta etapa sin meditar… no va a quedar en mi memoria. «Eso espero… Te deseo lo destacado». Le dije. Se detuvo y me miro en la obscuridad, al momento caminó hacia mí y me abrazó, su cuerpo tremía de frio pero eso no la detuvo conque busco mi mirada y me ha dicho «Siempre y en todo momento demostraste ser el más destacable hermano en el planeta». planeta… Voy a vivir del otro lado de la calle… No voy a ir lejos. — Lo sé, y eso me hace intensamente feliz… No conozco otra vida que no sea con ustedes tres, los amo y deseo su felicidad. Esa mirada me puso los pelos de punta, no solo por la mala noche, era la mirada de amabilidad, del amor mucho más sincero, de todo cuanto podía querer en esos instantes. Proseguimos caminando hasta llegar a la vivienda, no aguardábamos hallarnos con la comitiva de Melendo en el pueblo, los caballeros encendidos con antorchas, no era práctica salir a la noche sin fundamento esencial; en la tierra de las calles, los cascos de los caballos abandonaron el pueblo entre rachas de llamas y viento. «¿Qué ocurrió?», le pregunté al vecino. — El rey, Hugo viene a la zona y va a pasar por el sendero de piedras, Melendo ha comunicado que todos hemos de estar en el sendero para saludar su paso. ¿Por qué razón está aquí?, pregunté. — No nos aseguran que… procuran el acompañamiento de los feudos y viviendas nobles, en este momento las guerras se ganan llenando las barrigas de los señores. —Sí… el que tenga mucho más viviendas tiene mucho más opciones de llegar al trono, bueno quisiera que no cambie la paz que nos divertimos en este momento. —Tu padre dio su historia por ellos, y la mía, Marian y Amabel… a ellos no les importamos ni un tanto… puedes ser su mejor guerrero que en el momento en que pierdes la vida en la guerra a ellos no les importa. importa rememorar. «Jamás pelearé por absolutamente nadie, no voy a hacer la guerra por ellos… Quisiera que no nos fuercen a seleccionar». «Tu vida es de ellos… y de tu familia, no lo olvides», me ha dicho. Llevaba razón, eso no iba a cambiar, por más que lo quisiéramos, quizás podríamos hallar algo con sus armas, pero no de momento. En el momento en que entró a la vivienda, Marie se encontraba sentada en la silla en oposición al fuego, Amabel y Marian se habían ido a sus habitaciones, «¿Andas bien?»