La mirada de Dios El Verbo Encarnado nos contempla con ojos y rostro humanos. En la mirada de Jesucristo podemos encontrar la fuente de nuestra alegría, del amor incondicional, de la paz de sabernos amados. Mucho más aún: en sus ojos observamos nuestra genuina imagen, conocemos nuestra verídica identidad.
«En ese instante, Jesús miró hacia arriba y vio a unos ricos que echaban dádivas en el arca de las ofrendas; vio asimismo una viuda pobre que echaba 2 reales, y ha dicho: “Sabed que esa pobre viuda hechó mucho más que absolutamente nadie, pues todos los otros han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, hechó todo cuanto tenía para vivir»». (Lc 21,1-4)
Ayer festejamos el último domingo del año litúrgico, la celebración de Cristo Rey, y de la misma en el final del año calendario, en todos y cada uno de los canales de televisión, mandatarios políticos , compañías… hora de realizar cómputo.
Saludos del Beato Padre
Estimados hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!
Les saludo a todos nosotros, integrantes de la Asociación Voir Ensemble, que habéis ordenado esta peregrinación a Roma. Vuestra Asociación reúne a bastante gente ciegas y deficientes visuales que desean caminar juntas para vivir en fraternidad la alegría del Evangelio. Agradezco al Presidente sus afables expresiones y extiendo mi saludo a todos y cada uno de los integrantes de Voir Ensemble.
Ver es no ver
Otro aspecto engastado en esta iniciativa de ver a Cristo es que observamos sin dispesiones. El erudito bíblico Peter O’Brien apunta que el prefijo de este verbo heleno traducido como «ver» de todos modos tiene el concepto de «separar la mirada de todos los otros hacia uno». Eso tiene bastante sentido.
En el momento en que observamos a Jesús es que no nos encontramos viendo a solamente. Mirarlo quiere decir que le ofrecemos la espalda a todo lo demás. Nos olvidamos de la aprobación del hombre y del propósito de dejar un «legado espiritual».
La mirada del Señor no se separa de ti
No eres invisible para Él. Su amor por ti es muy grande y también insaciable, no está condicionado con lo que eres o lo que haces; Él te quiere pues su naturaleza es querer y te eligió para quererte.
Abre tu corazón a Su amor y confía en Él, espera en Él, coloca tu fe en Él… Esta promesa es solo para esos que ponen su promesa en este Dios misericordioso.