En verdad, el deseo es constitutivamente metonímico, se desplaza de manera continua de un elemento a otro, lo que señala que no es un elemento preciso, sensible, lo que verdaderamente busca. Por su lado, la ley ética no se define por ningún objeto, por ninguna materia específica, sino más bien solo por la manera pura.
Nicolás Corrao
El psicoanálisis no solo es atrayente de estudiar como dispositivo clínico, sino hay otro tema que merece particular atención: los aportes de las hipótesis que desarrollaba Freud propusieron una sucesión de cruces -cuestiones de corte -examen de determinadas premisas emitidas por reconocidos pensadores, quienes presentaban un panorama de apertura y novedosas maneras de leer algunos fenómenos, esto es, Freud -quizás sin quererlo- fundaba a su paso un nuevo y diferente diálogo con la filosofía. Al género de sujeto cartesiano que no duda de que hay solo por el hecho de que piensa, Freud le genera una subversión dando sitio a un sujeto del inconsciente, cuyo yo no es dueño de su casa, esto es, un sujeto escindido que es donde no piensa. Lo afirmado por nuestro pensador francés fue solo la punta del iceberg, una pequeña una parte de un aparato considerablemente mayor y hasta la actualidad poco contemplado. En su Seminario sobre la ética del psicoanálisis, Lacan expone que hay otro cuestionamiento de Freud en su charla con la filosofía. El psicoanálisis, principal creador de un dispositivo cuyo fin es que el sujeto exprese en expresiones las contrariedades de su relación con lo que quiere, generando de esta manera una cuestión vital para la ética kantiana clásico, sostenida en el sacrificio en beneficio del Otro, la ética del poder y la supresión del deseo. La fórmula de Kant afirma: «Obra de tal forma que la máxima de tu acción logre ser considerada como una máxima universal». Kant transporta esta propuesta al radical de las secuelas. Realizar las cosas por el bien del otro, por esa ética clásico, abonar con nuestro deseo, regresa al sujeto mucho más neurótico. Su deseo regresa y también insiste, ordenando al sujeto que pague la «deuda» con su deseo, realizando aparecer la culpa por este motivo. El exitación asociado al bien estaba en la ética antes de Kant, quien se dio a la labor de distinguir 2 términos del idioma alemán, para desarrollar sus conceptos: por una parte, el bien subjetivo, lo que conocemos como confort, fue llamado por Wohl; al tiempo que das Gute hace referencia al bien, al bien y al mal racional y propósito. Para entrar a la alegría, el hombre discrimina entre el confort (Wohl) y el malestar, apunta Kant, pero los dos son subjetivos, con lo que no tienen la posibilidad de constituir el soporte de una ley ética universal. Con das Gute, el confort se distingue del confort. En la clase 6 del Seminario de Ética, Lacan apunta que en la ética kantiana Wohl no debe intervenir en los extremos de una acción ética. Al comienzo de este Seminario, Lacan mira que es mediante la luz que lanza el sendero freudiano «sobre los orígenes del deseo, sobre el carácter de perversión polimorfa del deseo, en sus formas infantiles», donde se nos muestra la oportunidad preguntar si el Psicoanálisis, con su avance en lo que se refiere a su teoría, no es una manera de «moralismo» mucho más comprensiva que todas y cada una de las que le antecedieron y cuyo propósito era achicar el sentimiento de culpa. Lacan apunta que Kant realizó una ética que causó el vaciamiento de todo objeto de deseo. En este vacío, Kant sitúa un imperativo cuya exigencia apunta al sacrificio de todo objeto. El sujeto debe corresponder a la ley ética. El sitio que le queda al sujeto en esta ética es el de ser un elemento regulado por la ley de la razón práctica pura. En su acción ética, la ley ética debe someter el deseo. Si la máxima de acción del sujeto es universal, entonces ha de ser una regla de conducta para todos y cada uno de los sujetos, remover salvedades, eludir contradicciones y eludir volverse inconsistente como máxima. Si el sujeto desea actuar moralmente, su máxima ha de estar sosten a la ley de la razón pura, o sea, la intención de su acción va a estar cierta absoluta y también incondicionalmente. El deseo está en la situación opuesta a esta afirmación de Kant. La singularidad, como característica del deseo, no coincide con la universalidad a la que aspira la ética kantiana. No hay objeto de deseo que sea universal, y esto expone un inconveniente para el razonamiento kantiano. Si el deseo penetra como condición de oportunidad de la ley ética, entonces la intención como dadora de su ley queda apartada. Esto es, no sería la ley, sino más bien el objeto del deseo el que condicionaría la intención. Desde la filosofía kantiana, es imposible meditar en un elemento cuya carencia opere como causa, fuera de las categorías de la razón. Por contra, Lacan charla del objeto a como carencia, causa del deseo. El deseo del sujeto toma elementos para agradar su necesidad, pero Kant quiere conceptuar no una acción que apunta a elementos, sino más bien una “intención pura”, que desea con independencia de cualquier objeto. O sea, esta “intención pura” debe estimar no Wohl, que supone la intención humana apuntada hacia los elementos, sino más bien das Gute, que aspira al Bien. Así, Kant vacía de elementos este rincón y ubica allí el imperativo categórico. Ubicada la ley en el sitio del deseo, el sujeto actuará siguiendo el imperativo categórico, puesto que el deseo fué suprimido como soporte de la ética. El sujeto, en menoscabo de sus inclinaciones libidinales, padecerá afecciones, ya que sostendrá una conducta regulada por una intención cierta por la ley. Aún de este modo, Kant advierte que accionar según la ley ética no supone que la conducta sea moralmente buena. Para argumentar esto, ofrece el próximo ejemplo: No robes por temor a proceder a la prisión. Para este creador, la acción no se efectúa por deber, sino más bien por temor, lo que revela que la intención no respeta la ley como tal. La conducta ha de ser el resultado de la ley que establece la intención. El imperativo kantiano no garantiza gratificaciones narcisistas, pero sí supone el respeto a la ley ética. Kant apunta que el sujeto puede hallar cualquier razonamiento que sostenga su conducta contraria a la ley, pero lo que no puede realizar el sujeto es eludir su recriminación. El imperativo se impone, piensa en un sujeto reconocido con la ley, sin contemplar su carácter deseante. El deseo y la ley se distinguen. El sujeto está a merced del deber que lo ordena a habitar solo la ley; muerte segunda, donde se identifican derecho y goce. Cabe indicar que no tiene que ver con una crítica insuperable a Kant, que pensaba un sujeto como lo concebía en su temporada, sino Lacan, con otros conceptos y herramientas, logró efectuar una lectura diferente. Tal como Kant pensó en un dominio de sí dado por la razón y en un sujeto cuya independencia y autonomía le dejaran elegir sobre su destino, Lacan resalta un sujeto como efecto de la materialidad del significante que llega del Otro, o sea, un sujeto dividido y ligado del significante y de un Otro que está ahí como deseante, alén de la palabra no simbolizable. Ahí está la Cosa. De ahí que, Lacan apunta: “el deseo es el deseo del Otro”, añadiendo que a fin de que el deseo circule no debe bloquearse la falta que lo hace, pero en la ética kantiana ese sitio lo ocupa la ley. Para probar que la ley de la razón está sobre los intereses de un sujeto, Kant ofrece 2 apologistas: 1. En el primero de ellos, se le muestra al hombre la oportunidad de pasar una noche con la mujer de sus sueños, un ser amado y también irreprimible. objeto, pero tras eso espera el patíbulo. O sea, este sujeto debe elegir entre el exitación y la desaparición, o negar el exitación para preservar su historia. Para Kant, ningún sujeto deseará perecer por pasar una noche con la mujer de sus sueños, con lo que no hay duda de que alguien se inclinaría a negar al objeto amado. Pero Lacan apunta que probablemente halla quien opte por pasar la noche con esa dama, si bien el objeto sea idealizado puede servir la vida. Quizás Kant cree que el patíbulo es un límite al comienzo del exitación y que el imperativo de este apologista es el deber de preservar la vida. Por contra, Lacan considera que si la pena quedara no como límite del principio del exitación, sino más bien del lado del goce, el sujeto podría admitir la iniciativa. Esto supone que cruzaría una barrera al ir alén del principio del exitación. Por su parte, añade que este apologista no muestra peculiaridades de la ley universal ni ofrece un enunciado ético que ponga en juego un deber para el sujeto; la resolución que toma no supone un deber ética, sino lo pone con relación a su deseo, no como un imperativo universal, sino más bien como una característica singular. El cadalso no es una ley ética, sino más bien el límite que representa la ley del principio del exitación como límite del goce. 2. Un súbdito es obligado por un príncipe a ofrecer falso testimonio sobre una tercer parte que el príncipe desea perder, en caso contrario, la pena capital recae sobre el primer súbdito. Kant apunta que esto hace dudar al sujeto. En esta disculpa se entrelazan el deber de no engañar y el deber de socorrer a un inocente. ¿Como? ¿El que se ve obligado a ofrecer falso testimonio o el que el príncipe desea perder? ¿Qué vecino está atendido? ¿El príncipe tirano o ese otro que el príncipe desea perder? La iniciativa de Lacan es invertir este apologista y, en vez de ofrecer falso testimonio, se le pide al sujeto que sea verdadero sobre un tercero que amenaza al Estado. De esta manera, Lacan articula la situación ética con relación a la función del deseo, resaltando siempre y cuando el deseo es el deseo del Otro. El interrogante da un giro cerca de si el sujeto escoge transformarse en objeto de deseo del deseo del Otro, o sea, ¿debe o no agradar el deseo del tirano? Para Kant, si el sujeto duda entre decir la realidad o no, quiere decir que no reconoce la certeza como un deber, por consiguiente es mentiroso. Para Lacan, el deber de decir la realidad puede conducir, por servirnos de un ejemplo, al colaboracionismo. Desde ahí asegura: «solo hay bien en el mal y por el mal». En la ética kantiana se enajena al sujeto de un imperativo en menoscabo de su deseo, o sea, se refrena el deseo y se impone una intención cierta por el deber. Para Lacan, esta clase es un cobarde. Si Kant puso el énfasis en la vacilación del sujeto, Lacan enfatizará que, en el momento en que duda, el sujeto semi-afirma una verdad de la que habla. O sea lo que recopila un psicoanálisis, o sea, lo que afirma o piensa el sujeto sobre su deseo. Tal como Kant piensa su ética en concepto de un sujeto de la ley de la razón, el dispositivo psicoanalítico apunta a percibir a un sujeto del deseo. Para Lacan, el sujeto que expone Kant es un sinvergüenza, alguien que no expone su historia por su deseo, sino da un giro cerca de la evaluación de pérdidas y ganancias. Lacan define a este sujeto como «el burgués ideal», el que se distribución al deseo en pos de recursos. Pero las tienes el deseo las hace el inconsciente, ya que las deudas impagas se expresan mediante sueños, angustias y síntomas. Volviendo a la segunda apología –meditar desde los conceptos que nos ofrece Lacan–, la ética iniciativa por Kant está al servicio del goce del Otro. La voz del superyó ordena el sacrificio del deseo para ofrecer rigidez al Otro. En cambio, la ética del deseo apunta a negarse a dar de comer el goce del Otro, aun en el momento en que esto implique ir a la contra de imperativos malévolos y paradójicos. El imperativo kantiano pide que este apologista afirme la realidad, toda la realidad y solamente que la realidad. Pero Lacan nos ten en cuenta que “toda la realidad es lo que es imposible decir. Solo se puede decir a condición de que no se vaya a los extremos, que solo se afirme a medias”. En esta apología –que es la que entonces invierte Lacan– Kant piensa que hay un deber de certeza, en el momento en que de todos modos lo que se expone es una verdad para los intereses del tirano. De ahí que Lacan apunta que la ética kantiana transporta al sujeto a la desaparición segunda: habitar solo en la ley, realizando ocultar la división subjetiva. La ética kantiana pide que el objeto al que apunta la intención tenga las próximas especificaciones: universal (orden que implica a todos), incondicional (no admite otras condiciones en las que fundamentarse) y también imperativa (obligaciones de obedecer). Kant define de esta forma de qué manera ha de ser la intención para ser considerada ética, pero aun de esta manera acepta que ningún ser podría ajustarse totalmente a esta ley. Esto lo transporta a dejar abierta la oportunidad de la presencia de Dios como garante de su ética, esto es, la alegría es viable, pero en el mucho más allí. Kant define el deseo como «patológico». Lacan, en cambio, resalta el deseo como situación del sujeto con relación al goce del Otro. En contraste a Kant, que desea que el sujeto tome el sendero del Bien, el Psicoanálisis ofrece la búsqueda de un óptimo decir sobre el deseo. En la ética kantiana, el sujeto desaparece como tal al identificarse con la ley; En cambio, para Lacan “donde él se encontraba, el sujeto debe venir”. Por una parte, Kant ofrece el Bien Soberano en el mucho más allí; Por otra parte, el Psicoanálisis fomenta un entender llevar a cabo con el deseo que nos habita. En otras expresiones, Lacan tiene relación a una ética del comprender irreconocible, o sea, una ética frente a lo real que supone una defensa contra el goce del Otro. Freud apunta, en Tótem y tabú, que el imperativo kantiano no es un automando dado por la razón, sino tiene un origen instintivo en el tabú de los primitivos. La razón y el alegato espiritual son el resultado de este “no” irracional inaugural. Esta obra freudiana ubica la moralidad como un efecto del asesinato de los Protopai cometido por los hermanos. Las prohibiciones de un orden ética derivado de impulsos patricidas y también incestuosos. La conciencia ética produjo una ley cultural: la prohibición de la Cosa materna. Después, Freud añadirá que el imperativo es herencia del complejo de Edipo. La excesiva moralidad del superyó, con la capacidad de incomodar al sujeto, es un factor importante del origen pulsional del imperativo kantiano. Entonces, ¿por qué razón la prohibición del incesto no hace aparición en el Decálogo? Prohibir la unión con la Cosa es realmente difícil pues hay lenguaje, por consiguiente, como hay lenguaje, el sujeto desea alejarse de la Cosa. Para meditar el orden del deseo en la clínica, vale rememorar a Alberto Grimau, quien en uno de sus productos lleva a cabo un riguroso trabajo sobre “El Padre”, señalando que en la transferencia son evidentes las dimensiones del superyó prohibitivo y gozoso, y advierte que “en nuestra clínica hablamos de fundar un sujeto de deseo, y el avance de los análisis es dependiente principalmente de si esta dimensión, donde el Otro hace aparición posicionado desde un goce, puede caer”. Es la caída del goce –y no su perpetuación– lo que exhibe el avance de un análisis. Lo que se aprecia en la clínica es que la conciencia de culpa aparece en el momento en que el sujeto renuncia a su deseo. En expresiones de Lacan, quien insiste regularmente en que fue el análisis el que de nuevo reubicó «en el punto mucho más prominente la función mucho más fecunda del deseo como tal», la ética del deseo se expresa de esta manera: «Sugiero que desde la cosa Una de que si puede ser culpable, cuando menos desde el criterio analítico, es haber cedido a su deseo.Este creador añade que el Psicoanálisis está enfocado en una ética que contempla la compromiso de los actos del sujeto relacionada a los deseos que lo habitan. , esto es, una ética “que quiere que el sujeto llegue a existir instantaneamente mismo de asumirlos.” “¿Has estado actuando según el deseo que te habita?” es la cuestión establecida por Lacan que da un giro cerca de la ética del deseo. La observación es no transformar esta ética del deseo en un imperativo kantiano: «no cederás a tu deseo». debe considerarse el acto, tal como la relación con el Otro popular, lo que supone para el sujeto su compromiso en las acciones, o sea, no tiene que ver con transgredir la ética, sino más bien de asumir nuestro deseo, labor osada que supone compromiso.
¡Vaya, Kant y sus teorías complicadas! ¿Quién más se siente un poco perdido aquí? 🤔
«Kant, el filósofo más random, nos sorprende con sus reflexiones sobre el deseo. ¿Alguien más confundido?»
¡Vaya! Kant y el deseo, ¡una combinación interesante! ¿Alguien más se siente confundido? 🤔
¡Me quedé pensando, si Kant viviera hoy, qué diría sobre los deseos de comprar en el Black Friday? 🤔
Si Kant viviera hoy, probablemente criticaría el consumismo desenfrenado del Black Friday y su impacto en la sociedad. Seguramente nos recordaría la importancia de la ética y la reflexión sobre nuestras acciones.
¡Vaya, Kant siempre con sus teorías complicadas! Pero me pregunto, ¿qué diría sobre los deseos incontrolables? 🤔
Oh, seguro que Kant tendría mucho que decir sobre los deseos incontrolables. Pero lo más probable es que lo complicaría aún más con sus teorías filosóficas interminables. ¿Realmente necesitamos más complicaciones en nuestras vidas? 🙄
¿Qué tal si Kant se tomara un tiempo para desear un poco más? 🤔
¡Vaya, Kant y sus teorías sobre el deseo! ¿Alguien más se siente confundido y fascinado al mismo tiempo?
¡Totalmente de acuerdo! Kant siempre ha sido un enigma para mí, pero sus teorías sobre el deseo definitivamente despiertan mi curiosidad y confusión al mismo tiempo. ¡Es fascinante cómo su mente funcionaba!