En el corazón de nuestra fe está un individuo, la persona de Jesús. Dios se realizó uno de nosotros a fin de que tengamos la posibilidad comprender y querer mejor a Dios en la red social trina del Padre, el Hijo y el Espíritu Beato. Saber y querer a Dios es conformar una relación íntima y personal con Dios.
“Y varios le reprendían a fin de que se callase, pero él chillaba aún mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí!” (Marcos diez:48 NVI)
Si eres vas a comenzar nuevamente desde un fracaso en tu vida, precisas combatir tus temores. ¡No dejes que te controlen! El temor tiene una aptitud increíble para inmovilizar nuestro potencial o eludir que comencemos nuevamente y tengamos fe en nuestras vidas.
LAS PALABRAS DE FE SALE DEL CORAZÓN
Pero teniendo exactamente el mismo espíritu de fe, de conformidad con lo que está escrito; Creí, de ahí que charlé, nosotros asimismo suponemos, de ahí que asimismo charlamos”. (2 Corintios 4:13).
En mucho más de 30 años de ministerio no puedo mencionar cuántas ocasiones fallé, ¡y verdaderamente lo hice!
La misión y fuerza transformadora del Evangelio de Cristo, Sendero, Verdad y Vida
- La misión de la Iglesia, apuntada a todas y cada una la gente de buena intención, se apoya en la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Novedad que trae alegría infecciosa, pues tiene dentro y proporciona una vida novedosa: la de Cristo Resucitado, que dando su Espíritu vivificante, se transforma para nosotros en Sendero, Verdad y Vida (cf. Jn 14:6). Es el Sendero que nos sugiere ir a proseguirlo con seguridad y valentía. Siguiendo a Jesús como nuestro Sendero, experimentamos la Verdad y nos llega su Vida, que es comunión plena con Dios Padre en el poder del Espíritu Beato, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de imaginación en el cariño.
- Dios Padre quiere esta transformación existencial de sus hijos y también hijas; transformación que se expresa en adoración en espíritu y de hecho (cf. Jn 4, 23-24), en una vida animada por el Espíritu Santurrón a imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre vivo» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20.7). De esta manera, el aviso del Evangelio se transforma en palabra viva y eficiente que efectúa lo que comunica (cf. Is 55, diez-11), o sea, Jesucristo, que se encarna de manera continua en todas y cada una de las ocasiones humanas (cf. Jn 1 ,14).